sábado, 3 de marzo de 2012

COPLAS POPULARES


Coplas populares
Anónimas


Yo no quiero que me quieras
ni que me tengas cariño;
sólo quiero que recuerdes
lo mucho que te he querido


            - Dime, niña, ¿por qué lloras?
- Porque tengo que llorar,
porque ha pasado mi amante
y no me ha querido hablar.


De la harina sale el trigo,
de la aceituna el aceite,
y de mi corazón sale, ¡ay!
cariño para quererte.


Me escribiste una carta
con una cintita azul,
no quiero cartas ni cintas,
que quiero que vengas tú.


Yo no sé qué demonios
los dos tenemos;
cuanto más regañamos
más nos queremos.


Está lloviendo en el campo,
mi amor se moja;
quien fuera un arbolito
lleno de hoja.


De la noche a la mañana
se me ha ido tu querer:
agüita que se derrama
no se puede recoger.

Hasta del agua que bebes
le tengo envidia,
mira si tendré celos
de quien te mira.


A la orilla de un río
yo me voy solo
y aumento la corriente
con lo que lloro.



Aunque estuviera cantando
un año de trece meses,
no volvería a cantar
el mismo cantar dos veces.


A la puerta hemos llegado
con intención de cantar:
si no quieres que cantemos
nos volveremos atrás.


Bien sé que estás en la cama,
bien sé que dormida no,
bien sé que estarás diciendo:
ése que canta es mi amor.


Todos los que cantan bien
se acercan a tu ventana,
y yo como canto mal
me acerco de mala gana.


Todas las noches oscuras
son buenas para rondar,
porque a los enamorados
les gusta la oscuridad.

Lo mismo que a una veleta
tu querer lo mueve el aire;
el mío es como una roca
que aguanta los temporales


Para que yo te olvide a ti
tengo que ve dos señales:
o se han de hundir los cielos
o se han de secar los mares.

No lo quiero del campo
ni de la era;
lo quiero marinerito,
que vaya y venga.

Al marinero en la mar
nunca le falta una pena:
o se le tuerce el timón
o se le rompe la vela.


El viento mueve la mar
y la mar mueve los barcos
y tú me manejas a mí,
flamenca, con tus encantos.


En calma y junto a la orilla
se me mojaron las velas
y fue de las puras lágrimas
que yo derramé por ella.


Doscientas cincuenta leguas
llevo de navegación;
doscientas cincuenta penas
llevo yo en mi corazón.

A un ruiseñor, que en el árbol,
anoche cantaba alegre,
esta mañana lo vi,
muerto de frío en la nieve.

Levántate, Filomena
y hazme el café sabroso;
échale a la cafetera
agua fresquita del pozo.


El clavel que me diste
lo tiré al pozo;
yo no quiero claveles
de ningún mozo.

A la orillita del río
se van los enamorados
y en el espejo del agua
sus besos quedan sellados.


Anoche soñando estaba
que dos negros me mataban
y eran tus hermosos ojos
que enojados me miraban.

 

En un jardín delicioso
De una flor me enamoré
Como fue tan preciosa
Mi corazón le entregué.

Esperanza entretenida
Por qué tanto me maltratas
Al paso que no me matas
Me vas quitando la vida.

Infeliz es el que adora
A prenda que tiene dueño
Viendo con sus propios ojos
Y tragándose el veneno.

 Mi corazón con dolor
Nunca jamás lo he tenido
Ahora lo hallo consumido
En las llamas de un amor.

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